Nombre genérico con el que se designa a los seis cadetes del Colegio Militar que murieron heroicamente en la defensa del castillo de Chapultepec durante la invasión estadounidense de 1847. Los seis cadetes fueron Juan de la Barrera, originario de la Ciudad de México, nacido en 1828; Juan Escutia, nacido en Tepic, Nayarit, alrededor de 1830; Francisco Márquez, nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1834; Agustín Melgar, oriundo de Chihuahua, nacido entre 1828 y 1832; Fernando Montes de Oca, originario de Azcapotzalco, y Vicente Suárez, quien nació en Puebla en 1833.
Todos ellos perecieron el 13 de septiembre de 1847, cuando una columna del ejército estadounidense tomó por asalto el castillo de Chapultepec, donde se ubicaba el Colegio Militar. Chapultepec, que en lengua nahuátl significa "En el cerro de chapulín" (que equivale a langosta), era un lugar perteneciente a la jurisdicción de los tepanecas del señorío de Azcapotzalco. Cuando llegaron al lugar, los mismos aztecas lo calificaron de paradisíaco. Instalados en Chapultepec después de su larga peregrinación desde la mítica Aztlán, realizaron grandes obras para fortificarlo y convertirlo en un lugar inexpugnable (probablemente, en 1280). Pero la frecuencia de sus guerras floridas y su crueldad levantaron la animosidad de los pueblos vecinos, que se aliaron contra ellos y les infligieron una dura derrota en el año Caña (1299), expulsándolos de Chapultepec para confinarlos en las inhóspitas tierras de Culhuacán.
Tras la fundación de Tenochtitlán en 1325, Chapultepec se convirtió en un santuario para los mexicas, en el que construyeron diversos monumentos. Nezahuacóyotl, rey de Texcoco y aliado de los aztecas, mandó construir en 1428 un adoratorio y Moctezuma I Ilhuicamina, hermanastro de Itzcoatl e iniciador del imperio azteca, hizo construir (1465) en la misma loma un acueducto con la finalidad de abastecer de agua a los habitantes de Tenochtitlán.
Cuando, a comienzos del siglo XVI, Hernán Cortés quiso tomar la populosa ciudad azteca, dirigió la estrategia desde el inmejorable puesto de mando que constituía el cerro de Chapultepec, lugar donde el virrey español Bernardo Gálvez, a finales del siglo XVIII (1783-1787), hizo levantar sobre las ruinas aztecas un edificio que sería destinado a albergar la residencia estival de los máximos representantes de la Corona española en el país mexicano, aunque las obras fueron abandonadas. Aprovechando parte de este edificio, en 1842 se instaló en él el Colegio Militar, bajo la dirección del general José Mariano Monterde, que fue tomado al asalto por las tropas de Pilow durante la invasión estadounidense de 1847 y que dio origen a la defensa heroica de los cadetes.
El expansionismo yanqui por los diversos territorios que en el futuro serían los estados de Texas, Nuevo México y California siempre se camufló bajo la excusa de la protección de sus intereses en esta región fronteriza. Esta forma de actuar de Washington hizo que en numerosas ocasiones, después de la proclamación de la República de Texas, en 1836, y de la anexión pura y simple de Nuevo México en 1845, las tropas yanquis invadieran la República de México, aprovechando una coyuntura de inestabilidad social y política.
Así, en 1846, un ejército estadounidense de 8.000 hombres, bajo el mando del general Winfield Scott, invadió la República de México so pretexto de un enfrentamiento entre tropas mexicanas y estadounidenses en territorio de lo que fue Nueva España. Después de batir al ejército mexicano en distintos puntos, la columna de Pilow se presentó ante el castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847.
De nuevo el cerro de Chapultepec volvía a ser escenario de un acontecimiento histórico. La defensa, que corrió a cargo de 200 cadetes y 632 soldados del Batallón de San Blas, no pudo evitar la pérdida del bosque y el cerro, y la resistencia se trasladó al Colegio Militar. Los cadetes, en lucha cuerpo a cuerpo, resistieron heroicamente el asalto de las tropas norteamericanas, muy superiores en número. Tras sufrir graves pérdidas, los soldados norteamericanos consiguieron tomar la plaza. La tragedia de la derrota no pudo empañar la gloria del heroísmo sin par de unos jóvenes cadetes que prefirieron la muerte a entregarse al invasor.
Los seis cadetes, junto con parte de la guarnición de la Academia, tuvieron en jaque durante dos días al ejercito estadounidense antes de perecer en la trágica batalla. Si bien hasta el momento se había atribuido erróneamente a Juan Escutia el acto heroico de haberse envuelto en una bandera mexicana y lanzado al vacío desde la azotea del Castillo, con objeto de que el enemigo no se apoderara de la enseña patria, en la actualidad todo parece indicar que el autor de este sublime acto patriótico fue Fernando Montes de Oca.
Hubo de transcurrir, sin embargo, algo más de un siglo para que los restos mortales de los seis jóvenes cadetes fueran descubiertos en el bosque de Chapultepec y reconocidos como tales oficialmente en 1947. En la actualidad, sus despojos descansan desde 1952 en el Monumento a los Niños Héroes, erigido en su memoria y situado al pie del cerro de Chapultepec. Dicho monumento es el resultado del trabajo conjunto del escultor Ernesto Tamariz y el arquitecto Enrique Aragón Echegaray.
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