JESÚS GARCÍA CORONA.

Nacozari de García, es un pequeño pueblo minero localizado al Noreste del estado mexicano de Sonora.
Las primeras minas en la región de Nacozari ,Sonora, fueron descubiertas en 1660.En aquella época, el naciente poblado minero, fue bautizado como Nuestra Señora del Rosario de Nacozari.
Estas minas de Nacozari , se han trabajado de manera intermitente desde el momento en que fueron descubiertos, hasta 1867, cuando algunas de ellas ,fueron adquiridos por American UB Teader. Un poco después de eso, pasaron a la Compañía de Moctezuma , que pronto se los vendió a la Compañía de Cobre Moctezuma
La palabra Nacozari es una palabra ópata que significa “abundancia de nopal”. El municipio de Nacozari, perteneció al municipio de Cumpas hasta el 11 de octubre 1912, cuando los Legisladores, le otorgaron la autonomía municipal.
La cabecera municipal, fue nombrada primeramente Placeritos de Nacozari,pero después, cambió su nombre por el de Nacozari de García en honor del ferrocarrilero Jesús García Corona, que salvó a todo el poblado de ser destruído por una explosión de dinamita, a costa de su propia vida.
Jesús García Corona nace el 13 de noviembre de 1883 en la ciudad de Hermosillo, Sonora. Hijo del Sr. Francisco García Pino y la Sra. Rosa Corona de García. En 1898, la familia decide trasladarse a Nacozari, lugar que, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se encontraba en plena efervescencia minera y ferroviaria. Fue en este pueblo minero donde logró consolidarse como buen empleado a la corta edad de 17 años. Su buen desempeño en la empresa minera, le permitió ocupar el cargo de maquinista de locomotoras a la edad de 20 años.
Es la mañana del jueves 7 de noviembre de 1907. era un día más de trabajo. Las máquinas están encendidas y listas para hacer viaje redondo al “Porvenir” y de ahí a la mina de Pilares para suplir de suministros a los trabajadores de la mina.
Albert Biel, el ferrocarrilero encargado del tren y la tripulación se reporta enfermo y corresponde a Jesús García Corona, asumir el mando. Su experiencia le facilita cumplir con las tareas básicas que se le ordenan.
Con el sonido del silbato y la campana al unísono, la máquina y el tren emprenden su viaje a la mina de Pilares, ubicada a aproximadamente 8 kilómetros de distancia, a dos mil pies de altura respecto al nivel de Nacozari. El tren llega a su destino a las 7:45 am. El día sigue su curso y los trabajadores continúan con sus labores ignorando lo que esa tarde habrá de suceder.
Son las 2:00 de la tarde. Los obreros dejaron disipar el fuego de la caldera de la maquina lo cual ha disminuido la presión del vapor. El garrotero José Romero y Jesús intentan alimentar el fuego para incrementar la presión, pero se percatan de un grave problema: la chimenea de la máquina está dañada. El cedazo de alambre que cubre la parte superior para evitar que escapen brazas de la caldera, está roto.
Los trabajadores del departamento de mecánica han ignorado la situación. Esto representa un grave problema, ya que la tripulación había acomodado los furgones con dinamita justamente detrás de la máquina, ignorando las medidas de seguridad que lo prohíben.
En ese momento, los fuertes vientos arrojan chispas y brasas de la chimenea por el lado roto a lo largo de la locomotora y caen en las primeras dos góndolas sobre las cajas de dinamita.
El incendio no se hace esperar. La tripulación intenta sofocar las llamas, pero el viento intensifica el fuego. La catástrofe es inminente. El tiempo no da tregua. Hay que actuar con prisa.
Conscientes del peligro, muchos han abandonado el lugar para buscar refugio, pero Jesús García toma la radical decisión que habrá de perpetuarlo en la historia.
Ocupa su lugar en la cabina, empuña la palanca del vapor y ordena a la tripulación que abandone el tren. Una vez al frente de la locomotora, el futuro del pueblo está literalmente en sus manos. El único que lo acompaña es José Romero: el garrotero. El plan de Jesús es simple: lograr que la locomotora alcance el nivel más alto inmediato y saltar, dejando que la máquina siga la pendiente lejos del pueblo hasta hacer explosión. Una vez en camino, y en plena cuesta arriba, le pide a Romero que abandone el tren. Éste obedece, salta y encuentra refugio en una alcantarilla cercana. Faltan aproximadamente 50 metros para alcanzar la planicie más cercana y para abandonar el tren. Jesús da una última mirada atrás y observa al pueblo, consiente que tal vez ésta sea la última vez que lo volverá a ver.

De pronto, tres detonaciones consecutivas sacuden la tierra. Una enorme nube negra se disipa por los aires lanzando consigo fierros, tallas, vías y demás objetos que caen en los techos de las casas. Las góndolas que cargaban la dinamita desaparecen por completo y la máquina yace despedazada en un enorme cráter.
El estallido se escucha a 16 kilómetros del lugar, destrozando los vidrios de la mayoria de las casas. El pánico colectivo se apodera de los moradores, quienes asustados buscan refugio en los lugares más cercanos. En el pueblo nadie sabe con exactitud lo que sucede.
Cuando las cosas se calman, la gente recupera el sentido y se percata de la situación. Hay varios muertos y algunos heridos. Junto con ellos, encuentran lo que queda del cuerpo de Jesús García Corona, destrozado de tal manera que era casi imposible reconocerlo. Logran identificarlo por sus botas. Murió al instante, pero había logrado salvar la vida de miles de habitantes del poblado, a costa de la suya.
Al anteponer su vida por la de los demás, Jesús García Corona fue elevado a la gloria por su hazaña y por su integridad como ser humano. Esa gloria le fue otorgada desde el mismo día de su trágica muerte. La gran conmoción que causó el acto insólito se desparramó como la pólvora y se divulgó inmediatamente por la región, el estado, la nación inclusive el extranjero. Como otro homenaje mas a la memoria de Jesus García Corona, el 7 de Noviembre de cada año, se celebra en México, el Día del Ferrocarrilero.

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